- Published on
Soy parte de una generación
Soy parte de una generación que creció mirando a sus papás trabajar duro para lograr las cosas. Nuestra generación no vivió tiempos difíciles como las anteriores, fuimos bendecidos, o malditos, con prosperidad como nunca antes. Los logros que tuvieron nuestros padres nos llegaron a una edad más temprana, con menos esfuerzo, con menos capacidad de entender que nuestra vida es mejor que la de la generación anterior.
Hoy nos hemos transformado en indignados, agrios, intolerantes a cualquier tipo de frustración... en personas más débiles. Si mucho más débiles, siempre dueños de la verdad, incapaces de ponerse en los pantalones del otro, siempre jugando al bueno y al malo... mucho más débiles y escondidos detrás de una máscara de “sabiondos”.
Esta debilidad se manifiesta de muchas formas, por ejemplo, basta ver como han permeado en nuestra sociedad los superficiales defensores de la inclusión, cuya única bandera de lucha es un lenguaje modificado mañoso que intenta separar todo lo masculino de lo femenino, en vez de buscar la verdadera inclusión, esa olvidada, donde todos los seres humanos, independiente de su condición física, mental, educación, raza u origen tengan su espacio... sí, no digo hombre y mujer porque “todos” incluye a TODOS!
Se me ocurren muchos más ejemplos, pero me he convencido que los privilegiados de “ver y entender la realidad” prefieren callar o por el contrario decir lo que los desvalidos intelectuales quieren escuchar, en vez de intentar educar o guiar. Siempre habrán algunos pocos que lo seguirán intentando, pero esto no cambiará hasta que sean muchos más los que a pesar que la vida real nunca será como la utopía que soñaron, es la realidad y hay que aceptarla y mejorarla.
Los seres humanos no tenemos todos los mismos talentos, ni tampoco los mismos intereses, pero sí nacimos para ser todos libres y eso nos llevará irremediablemente a logros diferentes y esto está bien!
Lo valores de la perseverancia, esfuerzo, el sacrificio, la solidaridad (entiéndase voluntaria), la alegría, la colaboración y la aceptación de quienes somos, es lo único que podemos heredarle a la siguiente generación para que no sean tan débiles como nosotros.
Si por el contrario, en el último suspiro de vida que nos quede nos damos cuenta que para quienes nos rodean “la culpa es de otro”, que “yo no tuve la misma suerte...”, etc. pasaremos a la otra vida con la certeza de que no dejamos nada valioso en esta.