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Tirar todo por la ventana

Es difícil comenzar a escribir sobre el matrimonio o las relaciones de pareja, sobre todo cuando nadie tiene la suerte clavada, el desafío es grande y la cantidad de relaciones quebradas es cada vez mayor. Pero para quienes recién comienzan o están flaqueando, les dejo unas líneas.

Como hace tiempo no me pasaba, en el último año he sido convidado a muchos matrimonios, sobrinos, hijos de amigos, amigos más jóvenes, etc. y esto me hizo querer poner por escrito estas ideas. Voy a usar la palabra matrimonio, pero me refiero a cualquier tipo de unión voluntaria para vivir en pareja, sea esta una ceremonia religiosa, pachamámica o cualquier tipo de acto simbólico que da inicio a una nueva familia.

Creo que todos quienes iniciamos este camino hace tiempo lo hicimos como una gran apuesta para nuestras vidas, ninguno sospechaba ni la cantidad ni la complejidad de los desafíos que tendría que abordar, sólo teníamos la ingenua voluntad de que haríamos lo que fuera necesario para ir juntos hasta donde sea que llegáramos.

En lenguaje ingenieril esto es lo más parecido a un “equilibrio inestable”, como poner una bolita haciendo equilibrio en la punta de un cono invertido, esta se quedará ahí pero cualquier cosa por pequeña que sea podría hacerla rodar hacia abajo, si es que no hay una fuerza (de ambos) que actúe oportunamente para sostenerla en esa posición. Cualquiera de los dos que falle o se distraiga hará caer la bolita.

Si pudiera tratar de definir un factor de éxito, diría que es el “proyecto en común”, es decir el conjunto de ideas, anhelos y sueños que se comparten en una pareja y que definen un norte que puede alcanzarse o no, pero que definitivamente te ayuda a asumir, perdonar, ceder y empujar a seguir, cuando las dificultades aparecen. También está la voluntad y la perseverancia, es decir la convicción de que ese camino es el que queremos iniciar y lo vamos a seguir juntos.

En mi opinión, los motivos que llevan a los quiebres están presentes tanto en parejas que continúan como en las que deciden no seguir, la diferencia está en la convicción de continuar, el amor entre ambos, la complicidad de estar juntos, la capacidad de pedir perdón y de perdonar. Los hijos en etapa de crianza son un gran distractor que permite mantenernos juntos, pero a veces no nos darnos cuenta que la fuerza de la unión se ha ido desvaneciendo con los años, y cuando los niños se van de la casa ya no queda proyecto en común y todo se acaba.

He visto con preocupación parejas que inician una vida como familia sin proyecto, lo pasan bien, el nacimiento de los hijos parece unirlos, pero el tedio de las responsabilidades parece debilitarlos rápidamente. Se dejan estar, la preocupación por el otro parece desvanecerse y la propia también. Permiten las opiniones de terceros, normalmente familiares, dentro del círculo íntimo. Los éxitos profesionales o los fracasos crean situaciones en el que uno se pone por sobre el otro y la relación se hace asimétrica, aparecen las culpas y los reproches.

Personalmente siento la necesidad de trabajar en esto todos los días, me reconozco profundamente imperfecto, también tengo malos momentos en que me gustaría tirar todo por la ventana, pero luego reflexiono y me doy cuenta de que las cosas buenas superan con creces las que no lo son tanto y ¡vamos a la carga nuevamente! No pretendo ser ejemplo de nada, porque de nuevo no tengo la suerte clavada y si la Mane o yo nos descuidamos todo se nos podría derrumbar, debemos estar atentos siempre.

Cada uno debe descubrir su propio método, pero lo que sí es seguro es que requiere esfuerzo y tiempo. La conexión entre los dos debe sentirse fuerte, no podemos usar a los niños o terceros como puente para llegar al otro, debe ser directa, continua y fluida. Habrá momentos difíciles, siempre los hay, pero se puede superar casi todo.

Éxito,

Patrick